Creencias limitantes: qué son, cómo se forman y cómo reprogramarlas
- Maria Romar

- hace 2 días
- 5 Min. de lectura

Las creencias limitantes son uno de los mayores frenos invisibles en nuestra vida.
Son pensamientos o ideas que asumimos como verdades absolutas, aunque en realidad no tienen un fundamento sólido.
Y lo más peligroso es que operan de forma silenciosa, determinando lo que creemos posible… o imposible para nosotros.
Qué son realmente las creencias limitantes
Una creencia limitante es una idea que das por cierta sin cuestionarla.
Es una interpretación del mundo, de ti o de los demás, que actúa como una regla interna invisible. Y lo complicado es que no sabes que la tienes hasta que te das cuenta de que te está frenando.
Creer que “no se me da bien hablar en público”, “nunca podré tener éxito”, o “no soy creativo” son ejemplos clásicos. No son verdades. Son interpretaciones.
Pero las asumimos como hechos, y a partir de ahí organizamos nuestra vida entera en torno a ellas.
Estas creencias nacen de experiencias vividas, mensajes repetidos o aprendizajes tempranos. Funcionan como un marco mental desde el que filtramos la realidad: solo vemos lo que confirma lo que ya creemos.
Por eso, cuanto más tiempo llevas creyendo algo, más “real” te parece.
Tus creencias determinan tus pensamientos, tus pensamientos tus emociones, y tus emociones tus acciones. Si no cambias tus creencias, nada cambia.

De dónde vienen las creencias limitantes
Las creencias limitantes no aparecen de la nada. Son el resultado de tu historia, tu entorno y la forma en la que tu mente aprendió a protegerte.
1. Experiencias tempranas
Muchos de nuestros miedos y límites actuales se formaron en la infancia o adolescencia. Comentarios como “no se te da bien esto”, una exposición fallida en clase o una crítica humillante se convierten en anclas emocionales.
Tu cerebro, que busca protegerte, asocia esas experiencias a peligro o vergüenza, y crea una “regla” interna: “mejor no volver a pasar por eso”.
2. Entorno cultural y social
Nuestra cultura refuerza la idea de perfección, éxito y miedo al error. Los mensajes sobre “lo que se espera” o “lo correcto” moldean nuestra forma de pensar, y muchas veces nos empujan a vivir intentando cumplir expectativas que no son nuestras.
3. Comparación y autocrítica
Compararte constantemente con los demás - sobre todo en redes o en entornos laborales-, refuerza la sensación de “no estar a la altura”.
Y cuando una idea se repite el tiempo suficiente (“no soy tan bueno como…”), se convierte en una creencia limitante sólida.

Por qué las creencias limitantes son tan potentes
Las creencias son subjetivas, pero para tu cerebro son reales. No se basan en hechos, sino en interpretaciones personales que, además, están ligadas a una emoción muy intensa.
Y aquí está la clave: todas las creencias tienen una intención positiva oculta. Sí, incluso las que te limitan.
Cuando alguien me pregunta en sesión:
“¿Por qué, si ya sé cuál es esa creencia limitante, sigo manteniéndola?”
La respuesta es: porque te protege de algo. De exponerte, de fracasar, de equivocarte, de hacer el ridículo. El beneficio secundario es esa falsa sensación de seguridad, aunque te mantenga atascada en el mismo sitio.
Qué dicen la neurociencia y la neurolingüística sobre las creencias
Desde la Programación Neurolingüística (PNL) y la neurociencia se sabe que las creencias están grabadas en nuestros circuitos neuronales.
No basta con decirte delante del espejo “yo puedo”, ni con escribir frases motivadoras en post-its.
Cambiar una creencia no es un acto de voluntad, sino un proceso de reprogramación neurológica. Tu cerebro necesita una nueva evidencia emocional, una nueva experiencia que invalide la antigua programación.
Por eso el acompañamiento profesional es tan importante: porque necesitas a alguien que te ayude a desafiar la lógica de tu mente y a crear nuevos caminos neuronales.
Si no, es bastante difícil que tu sola/o puedas contradecir esa manera de pensar que lleva años acompañándote.

Así condicionan tu comportamiento
Imagina que a los 14 años te bloqueaste haciendo una exposición en clase, te pusiste de color rojo y te sentiste profundamente ridícula/o.
Tu cerebro registró esa experiencia como “hablar en público = peligro”.
Años después, cada vez que tienes que intervenir en una reunión, sientes ansiedad, inseguridad y evitas participar. No porque no sepas hacerlo, sino porque tu creencia inconsciente te dice que “no puedes”.
Otro ejemplo clásico: “el dinero cuesta mucho de ganar”. Esta creencia puede hacer que, aunque tengas estabilidad económica, te comportes acorde a esta idea y, por ejemplo, sigas buscando siempre las ofertas, dudes antes de invertir en algo que se sale de tu rango de gasto habitual o te cuesta poner precio a tu trabajo.
Mientras que otra persona, sin esa creencia, actúa desde la abundancia y la confianza. Desde otro lugar, desde otra emoción.

Creencias identitarias: la trampa del "yo soy así"
Todas las personas tenemos nuestro propio sistema de creencias y, aunque no lo creas, las que das más por supuestas lo son.
Las creencias más potentes y más difíciles de identificar son aquellas que forman parte de lo que creemos que es nuestra identidad.
Ojo con estas frases.
“Soy muy autoexigente.”
“Siempre he sido conciliadora.”
“Yo no soy buena hablando.”
“Soy súper competitivo.”
¿Te suena alguna? Seguro que sí.
Pues todas estas afirmaciones no son rasgos inamovibles ni mucho menos innatos: son estrategias adaptativas que en su momento te ayudaron a sobrevivir, a encajar, a ser querida/o.
No, tú no naciste así.
Te forjaste esta identidad para sentirte aceptada/o. Pero con los años, estas ideas se vuelven tan rígidas que te asfixian.
Y lo que un día te sirvió, hoy te limita y te impide hacer cosas que ves que otras personas hacen con naturalidad, como intervenir en una reunión sin miedo, hacer una presentación, dar una charla, etc.
“¿Por qué, si ya sé cuál es esa creencia limitante, sigo manteniéndola?” Porque, de alguna manera, te beneficia "protegiéndote" de algo.

Cómo cambiar las creencias limitantes
No se trata de “eliminarlas”, sino de reprogramarlas.Cambiar una creencia implica tres pasos:
Identificarla. Reconocerla y ponerle nombre es el primer desafío. Muchas veces ni siquiera sabes que lo que te frena es una creencia.
Cuestionarla. Preguntarte si realmente es cierta, si la aprendiste o la viviste, si te sirve hoy o ya no.
Sustituirla. Crear una nueva creencia capacitante que te dé soporte. Pero para que esa nueva idea se instale, necesitas acompañarla de nuevas experiencias y emociones. No basta con entenderlo: hay que vivirlo.
Por eso el acompañamiento profesional es tan importante: porque te ayuda a ver lo que tú no ves, a desafiar esas reglas invisibles y a construir otras que te permitan avanzar con libertad.

Trabajar tus creencias para transformar tu vida
Tus creencias definen quién crees que eres. Y si cambias tus creencias, cambias tu identidad (lo que crees que eres), tus emociones y tus manera de comportarte. Y, con ello, cambias también tus resultados
Durante estos años, he acompañado a muchas personas que estaban atrapadas en creencias como “no soy capaz”, “no tengo nada interesante que decir”, o “no sirvo para esto”.
Y cuando empiezan a trabajarlas, lo que ocurre es increíble: su manera de hablar cambia, su postura cambia, y, sobre todo, empiezan a sentirse libres.
¿Quieres empezar a trabajar tus creencias y desbloquear tus capacidades?
Si sientes que hay algo en ti que te frena, que por más que lo intentas no logras avanzar o que repites los mismos patrones una y otra vez, no, no te pasa solo a ti.
Te puedo acompañar a identificar, comprender y reprogramar esas creencias que te mantienen en el mismo lugar y sufriendo por lo mismo.


![[“Yo soy así”]: la mentira que te bloquea al hablar en público (y cómo desmontarla)](https://static.wixstatic.com/media/b45b4c_a2f78c68c1084b0dbde4500d8e7b338f~mv2.jpg/v1/fill/w_800,h_1200,al_c,q_85,enc_avif,quality_auto/b45b4c_a2f78c68c1084b0dbde4500d8e7b338f~mv2.jpg)

Comentarios