"Yo no sé venderme"
- Maria Romar
- 21 may
- 4 Min. de lectura
Actualizado: 29 may
De cómo NO tienes que “venderte”, sino aprender a contar lo que haces con claridad y propósito

¿Te incomoda promocionarte y te cuesta hablar de tu trabajo?
¿Te sientes forzada, impostor o ridículo cuando tienes que hablar bien de ti o de lo que haces?
¿A todo esto lo llamas “venderte”?
Hay algunas frases que escucho mucho durante las sesiones con mis clientes:
“Es que yo no sé venderme.”
“Odio tener que venderme.”
“Me siento falsa o súper forzado cuando tengo que hablar de mí.”
"Me incomoda mucho tener que explicar lo que hago"
Imagino que has oído o dicho algo parecido alguna vez y que a ti también te incomoda hablar de ti o de lo bien que desempeñas tu trabajo y que a eso lo llamas "venderse".
Y ahí está el problema.
“Venderse” no es lo que crees
Vamos a empezar por hablar bien y llamar a las cosas por su nombre.
Porque decir que “hay que saber venderse” tiene un punto comercial, frío, interesado.
Y si lo sigues llamando así, como si tuvieras que ponerte en escaparate, disfrazarte de algo que no eres y convencer al mundo con técnicas de vendedor puerta a puerta de los años 40 seguirás creyendo que está mal. Porque lo está, evidentemente.
Vamos a dejar de llamarlo así y vamos a llamarlo por su nombre: reconocer, aceptar y hablar con naturalidad de tus habilidades.
Hablar de lo que haces, de tu trabajo, de cómo lo haces; reconocer, aceptar y hablar con naturalidad de tus habilidades, de tus dones y tu capacidad; explicar con sencillez lo que te hace diferente, tu método, tu manera de hacer las cosas… nada de esto es venderte.
Eso es compartir tu valor.
Lo vives como una venta, como algo forzado porque no reconoces ni aceptas tus habilidades, no ves ni asumes tus capacidades, tus fortalezas.
Y ese, ESE es el problema. ESTO es lo que hay que trabajar
Como no reconoces como propias esas habilidades, tienes la sensación de no estar hablando de ti, de estar impostando, de estar fingiendo. Porque ni tú misma/o te lo crees.

No es humildad, es una creencia mal entendida
A la incapacidad de reconocer las propias capacidades y darles valor, y a la confusión de términos que te lleva a entender "promocionarte" con "venderte", se le suma algo mucho más profundo.
Y es que detrás de esta incomodidad suele haber una creencia muy instalada. Acostumbra a tener esta forma:
“Presumir está mal”
“Si hablo de mi pensarán que soy prepotente“
"Si haces bien tu trabajo, se nota, no hace falta decirlo.”
“Los que se venden bien suelen ser humo.”
"En la vida hay que ser humilde"
Déjame que te aclare algo que se ha entendido siempre muy mal: nada de esto es ni humildad ni modestia.
Es autoboicot maquillado de virtud.
No, no se trata de ir por ahí por la vida sacando pecho ni exagerando aquello que haces. No va de mentir, ni de autobombo, ni de ocupar todo el espacio.
No va de prepotencia ni de fingir ser quien no eres.
Va de no esconderte.
Va de reconocerte.
Va de aceptarte.
Va de asumir tus dones, tus habilidades
Porque si tú no cuentas lo que haces, nadie lo va a hacer por ti. Y tus actos, por muy bonitos que sean, no tienen altavoz propio si tú no se lo das.

“Venderte” no es el problema.
El problema es la mirada.
Hablar de lo que se te da bien sin sentir que vendes humo o que presumes es sencillo.
La clave está en NO hablar de ti como si fueras un producto.
La clave está en enfocar lo que dices desde el punto de vista de quien te escucha, teniendo claro cómo lo que haces puede ayudarle.
Pregúntate:
¿A quién ayuda lo que hago?
¿Qué problema soluciono?
¿Qué cambia para la otra persona cuando trabaja conmigo?
Cuando pones el foco ahí, el discurso ya no va de ti. Va del otro. Y eso lo cambia todo.
Cuando describes lo que haces desde la utilidad para el otro, desde lo que le aporta, la percepción cambia por completo.
Y cambia también la comodidad con la que hablas. Porque, cuando te enfocas en lo que el otro necesita, ocurre algo importante:
Reconoces tus fortalezas
Te quitas del centro: ya no estás tratando de convencer ni de vender a puerta fría.
Tu discurso ya no va de ti o lo bien que haces las cosas, sino del problema que solucionas, el valor que aportas, la necesidad que satisfaces.
Y para que eso ocurra, primero hay que escuchar y observar a quien tienes delante, para poder entender su necesidad.
Ahí sí hay honestidad. Ahí sí hay coherencia.
Promocionar tu trabajo no es ego.
Promocionar lo que haces NO te hace menos humilde ni pesada/o, ni egocéntrica/o.
No, tampoco se ve artificial, ni falso ni forzado.
Al contrario: te hace accesible. Visible. Real.
Si este tema te remueve y crees que esta incomodidad que sientes al hablar de ti te está frenando, en mis procesos de coaching lo trabajamos en profundidad.
Porque no es cuestión de aprender a vender, sino de encontrar una forma de comunicar tu valor que sea coherente contigo.
Para que aprendas a hablar de ti sin sentirte impostor/a.
Para que dejes de esconderte.

Comments